Agrupación Protectora de la Saeta y Semana Santa Infantil de Sierra de Yeguas
El pasado 24 de febrero publicaba sobre aquella primera procesión infantil en Sierra de Yeguas en el año 1955, para dar paso ahora a la actual procesión infantil que se viene celebrando en nuestro pueblo desde 1988 hasta nuestros días.
La decisión de crear una "Semana Santa chica" fue con la intención de que los niños se fueran formando como cofrades desde pequeños. Paralelamente nacía la Escuela de Saeta para niños y niñas de Sierra de Yeguas. Con ello se pretendía enseñarles este bonito y sentido cante tan apreciado en nuestro pueblo, y conseguir así que no se perdiera en nuestra Semana Santa, pues ya sabemos que lo que se aprende y se aprecia desde pequeños es más probable que perdure de mayores. De esa manera se creaba la Agrupación Protectora de la Saeta y Semana Santa Infantil de Sierra de Yeguas. Con ella serían los niños y niñas los protagonistas del desfile, de los tronos y también en el cante de saetas. Los organizadores mayores nos quedamos en el papel de observadores y ayudantes, sirviéndoles de apoyo en momentos puntuales.
Treinta y tres años después de aquella procesión infantil del mes de mayo de 1955 se reorganizaba con la misma ilusión nuestra Semana Santa chica. Y es muy curioso que en ambas fechas el más importante de sus fundadores fuese D. Francisco Notario Mora, que en paz descanse, maestro de Escuela Nacional, de lo cual me siento orgulloso por haber sido uno de sus alumnos y después compañero en la creación de la semana santa infantil y la escuela de saeta de Sierra de Yeguas. También la Asociación de Amas de casa tuvo mucho que ver en toda esta creación, al igual que en la del año 1955 fueron las mujeres de Acción Católica las que ayudaron para que saliera adelante.
Así pues, sería en 1988 cuando los tronos del Cristo de la Sacristía y la Virgen de los Dolores harían su primer recorrido procesional por las calles de nuestro pueblo a hombros de pequeños cofrades, niñas vestidas de mantilla y pequeños saeteros con sus vivas voces, nerviosos e ilusionados en aquel primer debut bajo la atenta mirada de sus mayores. Fue una tarde mágica, inolvidable para todos; pequeños que hoy, ya adultos, lo recuerdan con mucho cariño y les cuentan a sus hijos cómo fue, cómo lo vivieron. Permítanme que recuerde aquí a mi hija pequeña Carmen, que fue una de las debutantes en el cante por saeta de aquella primera procesión infantil, junto a todos los demás compañeros de la escuela de saeta. En verdad digo que nunca creí que aquella iniciativa de crear para los más pequeños su propio día de procesiones fuese a perdurar tanto en el tiempo. Y es que las costumbres de un pueblo, los sentimientos y las tradiciones están ahí, a veces escondidos, y reaparecen como cuando encuentras un objeto preciado en el fondo de un baúl, pero sin perder con el paso del tiempo su fuerza reveladora.
¡Que sea así por muchos años!
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